¿La cultura del 'aquí y ahora' nos pasa factura? Reflexiones sobre la impaciencia en nuestra vida cotidiana | Estilo de vida | EL PAÍS
Enviar un mensaje de WhatsApp, dar "me gusta" a la publicación de un amigo en redes sociales o solicitar un producto en una tienda en línea... Todas estas son acciones que hemos incorporado a nuestra cotidianidad con total normalidad y de las cuales esperamos una respuesta inmediata. Hoy en día, nadie se queda esperando más de medio minuto para que su teléfono muestre un mensaje con una imagen y la excusa de "mi ordenador está muy lento" es cada vez menos convincente a la hora de postergar un proceso. La tecnología avanza y, con ella, se reducen los tiempos de respuesta. Hasta hace poco, al comprar algo en una página web se asumía que, como mínimo, el tiempo de espera para recibirlo sería de unos seis o siete días, mientras que hoy en día, a la mayoría le parece excesivo cuando la entrega supera las 48 horas.
La posibilidad de hacer un rastreo en diferido del paquete también es un alimento más a la impaciencia. Lo mismo ocurre cuando se espera la respuesta de alguien a quien se ha llamado o escrito previamente, y más sabiendo que casi todos llevamos encima el móvil ―o incluso un reloj inteligente―. No recibir una respuesta a tiempo puede ser considerado como un desaire en muchas relaciones personales. En el trabajo es más comprometido aún pues, en ocasiones, no mostrarse accesible a través del mundo virtual fuera del horario estrictamente laboral puede denotar falta de interés o dar la sensación de que se quiere marcar cierta distancia con los compañeros o responsables de equipo.
Desenvolverse en un entorno digital favorece las conexiones, agiliza los trámites, ofrece un amplio catálogo de opciones de ocio, hace la vida más fácil a la hora resolver problemas y ayuda despejar muchas incógnitas que surgen en el día a día, pero, ¿nos está volviendo más impacientes? Amparo Lasén, doctora en Sociología por la Universidad de la Sorbona y profesora de la Universidad Complutense de Madrid, sostiene que la paciencia, en el sentido de lo que se considera razonable esperar para obtener una respuesta o para conseguir algo de alguien, tiene que ver con las expectativas que hemos generado en torno a eso que esperamos. “Una cosa es que exista cierta impaciencia tecnológica, que tiene que ver con el tiempo que estimamos que debe tardar en ejecutarse una tarea, cargar un documento o recibir un mensaje; y otra cosa es que, en general, nos hayamos vuelto más impacientes también fuera del entorno digital”, asegura la experta.